26 Enero 2013, 9:43 PM
Talento e inteligencia, enseñémoselos

Los individuos se diferencian en la intensidad de la práctica social

Escrito por: JOSÉ SILIÉ RUIZ

A menos que un niño  nazca con alteraciones orgánicas, es un niño normal. Se emerge con una carga genética heredada a partes iguales de nuestra progenie, una  ley genética. Nadie puede rebatir que nacemos con condiciones particulares, con inteligencias y predisposiciones para aptitudes específicas,  no podemos negarlo, es  algo muy obvio. Donde los individuos nos diferenciamos es en la intensidad e implementación práctica y  social de nuestras inteligencias, que es lo que al final importa. Cómo usted se maneje con sus recursos mentales internos y aprendidos y sus condiciones biológicas heredadas, interactuando exitosamente en este mundo tan demandante. Dos hermanos nacidos de los mismos padres, criados en un entorno afín, con iguales condiciones escolares, no son totalmente similares.

 Lo que cambia  de manera muy lógica  es la forma en cómo cada quien utilice y maneje  su  inteligencia natural, las mezcolanzas que hacemos para llevar a cabo las diferentes labores para solucionar y enfrentar los problemas del diario vivir para progresar y ser exitosos, esa es la inteligencia, de la que  hemos ¨conversado¨ en pasadas  entregas.

El sabio cerebro humano tiene un cableado de más de 100.000 millas de circuitos cerebrales, podríamos darle 4 vueltas alrededor a la tierra. Lo que hagamos con esos circuitos neuronales, dependerá de nosotros y de los estímulos recibidos para encenderlos, para lograr convertir esa actividad  eléctrica en talento.

Si aceptamos una definición práctica del talento como: la capacidad intelectual o la habilidad que tiene una persona para aprender las cosas con facilidad o para realizar con mucha destreza una actividad. Lo vemos en todos los campos del vivir: hay personas con un talento especial para las cuestiones manuales, para escribir, para hablar,  para la música, para  pintar, en fin en todos los aspectos. 

Sabemos que hay personas con mayor   capacidad que otras, es por esa carga neuronal heredada y aprendida. No obstante lo anterior, si con nuestros recursos no tan dotados, nos disponemos lograr nosotros igual desempeño que esos comprobados talentosos, eso nos garantizará el éxito. Esa motivación a ser mejores, esta tiene tres elementos fundamentales: energía, pasión y compromiso.

La energía, partiendo de que el sujeto tenga inteligencia y personalidad normales, con  seguridad y estima propia dentro de lo aceptable, triunfará. Ese ¨motorizador¨ sabemos dónde radica: en el cerebro, éste está en el ¨Fascículo Medio¨ del cerebro anterior, conecta  algunas áreas profundas  con los territorios pensantes de la corteza cerebral.

La pasión es la decidida disposición a  lograr el éxito, es secundaria a la buena educación, a ejemplos motivantes, tanto en el hogar como  con  buenos e inspiradores profesores, que nos impulsen y desarrollen, de ahí que la educación, principalmente a edad temprana resulta fundamental para la mejoría cerebral. Somos máquinas de aprendizaje, mucho dependerá de la educación, del entorno, nuestras  motivaciones y por sobre todo, que nos enamoremos de  lo que hacemos.

Salimos del antro materno con nuestros puntos fuertes, sí, pero es la perseverancia, el trabajo tesonero, nuestro compromiso, lo que nos dará la ¨competitividad¨ triunfante, esa clarividencia ni es innata ni es genética, ese talento operante se trabaja, se cultiva.

Debemos exceptuar a los genios, son otra cosa.  Entre un sujeto normal y uno que alcanza un talentoso dominio superior, esa diferencia está basada en: motivación, una práctica tenaz y buenos maestros. ¡Creemos nosotros los talentos¡